La palabra cálculo proviene del término latino calcŭlus (“piedra”) y se refiere al cómputo, cuenta o investigación que se hace de algo por medio de operaciones matemáticas. El concepto también se utiliza como sinónimo de conjetura.
El uso más extendido del término es el lógico-matemático, donde el cálculo consiste en un procedimiento mecánico, o algoritmo, mediante el cual es posible conocer las consecuencias que se derivan de unos datos previamente conocidos. En la antigüedad, los cálculos se realizaban con la ayuda de piedras (por eso el origen de la palabra).
Se habla de un cálculo perfecto cuando éste cumple con tres condiciones: es consistente (no puede haber contradicción entre las expresiones del sistema), decidible (con cualquier expresión bien formada del sistema, es posible encontrar un método que permita decidir, mediante una serie finita de operaciones, si dicha expresión es o no es un teorema) y completo (con cualquier expresión bien formada del sistema, se puede establecer la demostración o prueba de que es un teorema).
Entre los distintos tipos de cálculos, podemos mencionar, por ejemplo, al cálculo algebraico (que se hace con letras que representan las cantidades, aunque también se empleen algunos números) y al cálculo aritmético (que se hace con números exclusivamente y algunos signos convencionales).